Se encierran, se sientan, se miran, se acercan. Lentamente
se empiezan a besar, se fusionan. Comodidad. Se van acariciando mientras sus
labios sigue unidos, cabeza, cuello, espalda...
Cada vez los cuerpos están más juntos, se tumban. Siguen con
las caricias, sin cansarse en ningún momento. Comienza un beso más rápido, más
apasionado. Las caricias pasan a ser mas confidenciales, más íntimas, más de
los entre dos.
Él le quita la camiseta, ella le desabrocha sus vaqueros.
Poco a poco el suelo se vuelve una manta de ropa. Sujetador, calzoncillos... Se abrazan desnudos.
Se siguen besando. Ella se recoge el pelo, él la sigue
besando por todo el cuerpo, sin dejar un rincón. La besa, la muerde, la sabe
tratar.
Él delicadamente se pone sobre ella, la vuelve a besar, la
llena. Los corazones se agitan, van a ritmos acelerados. Bailan sobre las sábanas.
Sólo existe ese instante, no hay nada más para ellos alrededor. Ella lo hace
suyo, él la hace suya. Se susurran, gimen.
La cama se vuelve un santuario, un paraíso. Se recorren
mutuamente, a veces rápido, a veces lento. Se agarran salvajemente, se muerden,
se clavan las uñas, se vuelven a acariciar. Las sábanas empiezan a impregnarse
de sudor y mas fluidos, dan asco, no les importa, es su momento. No paran
quietos, a veces arriba, a veces abajo, de lado o como se les vaya ocurriendo.
Fluyen.
Todo termina. Se besan. Se abrazan. Se miran. Duermen.
Fyah Lady